Pero el potencial por sí solo no construye escuelas, ni financia hospitales, ni hace asequibles las viviendas.
En lugar de centrarse en estas cuestiones urgentes, el Parlamento ha dedicado su tiempo a reescribir la ley de ciudadanía, abordando el problema equivocado, de la manera equivocada.
Y al hacerlo, se arriesga a algo mucho mayor: socavar la imagen de Portugal en el extranjero y desalentar la inversión extranjera que podría ayudar a resolver las mismas crisis a las que nos enfrentamos en casa.
Una ley sin sentido
Los cambios recientemente aprobados en materia de nacionalidad duplican el periodo de residencia necesario para obtener la nacionalidad y empiezan a contar sólo cuando se expide la tarjeta de residencia, no cuando se presenta la solicitud.
Para la mayoría de la gente, eso suena administrativo.
Pero, en realidad, penaliza a miles de familias que confiaron en el sistema portugués, invirtieron aquí a través del programa Portugal Golden Visa y esperaron años porque la administración no podía tramitar sus expedientes a tiempo.
Es un ejemplo perfecto de equivocación en las prioridades: en lugar de arreglar el sistema, el gobierno se limitó a cambiar las reglas.
Redefinir las normas en lugar de reparar el sistema no es una reforma. Indica que sigue habiendo grandes problemas de capacidad.
El coste humano y nacional
En la última década, Portugal invitó a familias de todo el mundo a invertir y establecerse aquí.
Personas de todo el mundo respondieron de buena fe, aportando miles de millones de euros a la economía, creando puestos de trabajo y contribuyendo a la base impositiva que financia los servicios públicos.
Esos recursos podrían haber reforzado las áreas de las que más dependen todos los ciudadanos portugueses: educación, sanidad y vivienda.
En lugar de eso, el gobierno portugués cobró tasas mientras las solicitudes se tramitaban durante años, y ahora corre el riesgo de convertir la buena voluntad en vergüenza.
La tragedia no es que Portugal atrajera a estas familias; es que no supo gestionar su confianza.
Lo que debería haber sido un símbolo de la apertura de Portugal se ha convertido en una historia de retraso administrativo, que ahora atrae la atención internacional.
Y cuando un país empieza a ser noticia mundial por sus retrasos administrativos y sus cambios de política, los inversores toman nota.
La inversión extranjera directa no es sólo una cuestión de beneficios, sino de confianza. Si se pierde, el capital, que es la savia del empleo y de los ingresos públicos, se va silenciosamente a otra parte.
El coste de la falta de concentración
Los verdaderos retos de Portugal son estructurales.
La educación: Con muy pocos profesores y muy poca financiación, las escuelas están al límite de sus posibilidades; además, carecen de las renovaciones esenciales.
La vivienda: Debido al desequilibrio entre la oferta y la demanda de construcción, los precios inmobiliarios subieron casi un 9% el año pasado, y los alquileres aún más.
Sanidad: El SNS se enfrenta a una grave escasez de personal y a un aumento de las listas de espera. Los hospitales necesitan desesperadamente rehabilitación y renovación.
Estos son los problemas que merecen la atención del Parlamento.
En su lugar, tenemos un debate ciudadano que no resuelve ninguno de ellos y corre el riesgo de dañar el motor económico necesario para solucionarlos.
Cuando los gobiernos pierden el norte, las oportunidades se esfuman, primero en confianza y luego en crecimiento.
La competencia como política ausente
La economía portuguesa ha prosperado cuando se ha gestionado de forma profesional y previsible.
Según AICEP, en 2024 la inversión extranjera directa alcanzó los 13.000 millones de euros, apoyando a industrias mucho más allá del sector inmobiliario. Ese progreso no fue una coincidencia; fue fruto de la competencia.
Pero la percepción sigue al rendimiento.
Si el Estado sigue pareciendo descoordinado, cobrando tasas sin ofrecer resultados y cambiando leyes a mitad de proceso, la reputación de Portugal como lugar fiable para vivir, trabajar e invertir se resentirá.
Es fácil en política pintar a cada inversor como parte del problema.
Pero la mayoría de las familias afectadas por esta ley no son especuladores; han seguido las normas y han invertido en Portugal de buena fe.
Convertir eso en resentimiento puede ganar aplausos, pero le cuesta al país credibilidad y crecimiento.
El camino más inteligente es dar la bienvenida al capital guiándolo de forma responsable, para que la inversión construya escuelas, casas, hospitales y oportunidades para todos.
Lo que un liderazgo responsable aún podría hacer
Portugal no necesita grandes discursos; necesita un enfoque práctico:
Proteger a los que ya están en proceso: las familias que lo solicitaron con arreglo a las normas anteriores deben ser tratadas con arreglo a esas normas.
Modernizar AIMA: invertir en personal, tecnología y rendición de cuentas para eliminar el retraso.
Utilizar los ingresos del programa de forma transparente: canalizar los millones ya recaudados hacia la contratación de profesores, el apoyo a hospitales y la financiación de viviendas asequibles.
Estas medidas no sólo arreglarían una política, sino que demostrarían que Portugal puede gestionar el éxito, no sólo anunciarlo.
Fuentes:
INE - Índice de precios de la vivienda 2024 (+9,1%). INE
AICEP - IED 2024 (13.200 millones de euros, +19% interanual). AICEP
Gobierno de Portugal - Nota sobre la reforma de la ciudadanía (reloj del permiso de residencia; residencia más larga). Gobierno de Portugal
Reuters - Medidas del Gobierno para duplicar el requisito de residencia; condiciones de integración añadidas. Reuters
OCDE/CE, Health at a Glance 2024 - EU-wide health workforce shortages (context for SNS strain). OCDE
Banco de Portugal - Boletín económico (oct. 2025) ~1,9% de crecimiento en 2025 (si decide mencionarlo). Banco de Portugal
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