El décimo puesto puede no parecer extraordinario a primera vista, pero piénselo: de 118 países, estamos codo con codo con Alemania, Finlandia, Suecia y Dinamarca. Por una vez, no estamos mirando a los líderes desde la distancia. Formamos parte del club.
Y no puedo evitar recordar cuántas veces los portugueses nos desanimamos, convencidos de que aquí nada funciona. Pues aquí hay algo que funciona. Hace años, cuando el Gobierno y las empresas decidieron impulsar la energía eólica, muchos la tacharon de sueño, quizá incluso de lujo. Hoy, ese "sueño" es la columna vertebral de nuestro sistema energético. Si añadimos la energía solar, los proyectos de hidrógeno, los ambiciosos planes de energía eólica marina y las inversiones en la red, de repente parecemos uno de los actores con más visión de futuro de Europa.
El informe incluso le pone cifras: para 2030, nuestro objetivo es que el 93% de nuestra electricidad proceda de energías renovables. Sinceramente, si me lo hubieran dicho hace una década, me habría reído. Ahora me parece que está al alcance de la mano. Y no se trata sólo de ser ecológicos. Cada turbina y cada panel solar nos hace menos dependientes de los combustibles fósiles importados, menos vulnerables a las crisis que disparan los precios de la energía y menos expuestos a los caprichos de la geopolítica. Para las familias y las empresas, eso significa más estabilidad. Para el país, significa más independencia.
También está el orgullo de ver a Portugal en el mapa como un lugar que atrae inversiones en tecnologías limpias. Las multinacionales nos ven como una base fiable, y nuestros ingenieros e investigadores están demostrando que pueden competir con los mejores. Eso, para mí, puede ser lo más importante: demuestra que nuestro talento, cuando se le dan las condiciones adecuadas, puede brillar en la escena mundial.
Por supuesto, no hay lugar para la autocomplacencia. Si queremos mantener esta clasificación, tendremos que resolver los problemas difíciles: almacenamiento, flexibilidad de la red y garantizar que la transición siga siendo asequible. No es algo glamuroso, pero es esencial.
Aun así, me tomo este reconocimiento como un recordatorio de algo sencillo: Portugal es capaz. Nos gusta creer que somos demasiado pequeños para importar, pero aquí estamos, dando forma al futuro de la energía junto a los gigantes. Por una vez, en lugar de decir "lá fora é que é", podemos decir con orgullo: "aqui também é". Y eso, para mí, es digno de celebración.